Ayer se inauguraba la decimoquinta edición del Músiques Disperses y lo hizo con dos proupuestas musicales: la primera Tarta Relena en el Teatre Escorxador y la segunda, Dofí Malalt en el Cafè del Teatre, a continuación os relatamos lo sucedido.

En medio de la oscuridad total comienza a sonar Las alamedas. Sobre el escenario del Teatro Escorxador de Lleida lentamente aparece un aro luminoso, dentro del cual se van vislumbrando las siluetas de dos mujeres. Cincuenta minutos más tarde, el círculo comienza a apagarse y las siluetas de Marta Torrella y Helena Ros se pierden de nuevo en las tinieblas, mientras vuelven a cantar Las alamedas. En el intervalo entre aurora y ocaso, Tarta Relena ofrecieron un concierto deslumbrante, con el que la programación de la decimoquinta edición del MUD quedó inaugurada de la mejor manera posible. Esto es, con un directo excepcional que como aficionado a la música me siento afortunado de haber contemplado, pero que como reportero me ha puesto en un aprieto: me temo que por mucho empeño que le ponga no seré capaz de describir con palabras suficientemente acertadas un espectáculo tan complejo, rico e inusual como este.
Porque, de partida, ya en las grabaciones de Tarta Relena me quedo con la impresión de que no es correcto fijarse en ninguno de los elementos de su música sin pensar en el diálogo que mantiene con otro de ellos. La voz de Marta cobra sentido cuando se cruza con la de Helena. Los sonidos orgánicos cobran su significado completo al unirse a los efectos digitales. La tradición alcanza su nuevo valor cuando entra en contacto con la vanguardia. No hay nada en lo que hace este dúo que resulte demasiado evidente, todo está basado en la complejidad. Por ello, ante cada nueva escucha de sus discos se revelan nuevos significados, nuevas reflexiones, nuevos sentimientos.
En directo todas estas dialécticas se mantiene, pero también se amplifican. Para empezar, por los nuevos choques que plantean desde la puesta en escena: la penumbra se opone al resplandor, el jarrón de barro contrasta con los pads electrónicos, los cuerpos de Marta y Helena se miden con sus sombras gigantes proyectadas en la pared. Resulta fascinante cómo se las apañan para jugar con elementos aparentemente tan poco vistosos para hacer que su actuación se vaya desplazando entre lo terrenal y lo cósmico. Algo sobre lo que posiblemente han aprendido a explotar a partir de su experiencia como coristas en los prodigiosos directos del Clamor de Maria Arnal i Marcel Bagés

Pero, como comentaba al principio, al escribir sobre este concierto resulta fácil perderse entre conceptos complicados y metáforas retorcidas y dejar de lado lo que está en el centro de toda la propuesta, que es la música. El sonido de Tarta Relena se basa en las armonías al límite entre las voces de Ros y Torrella, que no dejan de buscarse, de alejarse, de chocar y de jugar entre sí. Resulta impresionante la capacidad para ejecutar todo esto en directo, y que es la base de la extraordinaria capacidad expresiva del grupo. Por otro lado, los sonidos electrónicos más o menos sutiles, aparecen prácticamente en todas las canciones, pero en ningún momento tratan de robar protagonismo a las voces, sino que las empujan hasta llevarlas a un nivel distinto, unas veces misterioso y subterráneo, y otras la elevan a un plano superior, casi místico.




En cualquier caso, supongo que para rebajar el tono críptico de su propuesta, entre canción y canción Tarta Relena fueron dejando caer pistas sobre el cruce de referencias, influencias y homenajes que les han ayudado a dar forma a su repertorio. Así, citaron los cánticos de las mujeres afganas (El cant i el suïcidi) y también la tradición lírica andalusí (Tres morillas); los textos de Federico García Lorca (Las alamedas) y los de Björk (Figues); los de Safo de Mitilene (en el tema titulado Safo, evidentemente) y los de Hildegarda de Bingen (Nunc aperuit nobis)… En fin, pequeñas claves que permiten desentrañar la maraña de profundas inquietudes sociales, políticas y humanísticas que subyacen en lo que, en una escucha superficial, podría parecer una mera revisión de canciones tradicionales en clave world music.

Al principio de la crónica comenté que el concierto terminó con Las alamedas, pero no es del todo cierto. Poco después Tarta relena regresaron a los micrófonos para el bis con So de Pastera, el tema tradicional mallorquín que interpretaron a capella. Invitaron al público a que les acompañaran cantando la letra o siguiendo el ritmo con las palmas, pero el público respondió con bastante timidez. Supongo después de una hora tan intensa, un tema casi festivo como este pilló a la mayoría en otro planeta. Y pienso que es normal: a la hora en que termino de escribir esta crónica, yo aún sigo con la cabeza perdida en el increíble concierto que dieron estas dos mujeres.
Después de Tarta Relena en el Teatre de l’Escorxador, la acción musical de la primera noche del músiques disperses se trasladaba al Cafè del Teatre, donde actuaría Dofí Malalt.
Para quienes no lo conozcan, Dofí Malalt es oriundo de Lleida y bajo este pseudónimo se esconde Quim Gomá, el cantautor/trobador menos folk y más punk con aires británicos.

Planteó un set que arrancaba con un vídeo de sus inicios, más concretamente en 2013 en el Festival Hoteler de Vic (sede del extinto sello Famelic que editaba sus trabajos).
Pasado el impacto visual inicial, apareció en el escenario el músico en cuestión, y arrancó el concierto con ocho canciones en formato solo, repasando su trayectoria servían para comulgar eclesiásticamente con su propuesta tan cercana a Adriá Puntí de los extintos Umpah Pah com a una mezcla de la actitud de The Libertines y Albert Pla.
No faltaron Dijous a l’Hotel, Titelles o La Ferida, que daban sentido a todo lo que estaba sucediendo en el escenario.


Después del «aparentemente» improvisado orden y secuencia musical, y dando muestra del histrionismo al que nos tiene acostumbrados el ilergeta, subieron al escenario dos partners in crime, Clara Viñals de Renaldo y Clara y Xavier León de Els Llums de Colors.




El resultado fue un Dofí Malalt electrificado, salvaje y desatado que no obvió el hit Palmeres para catarsis colectiva del personal presente en la sala.
La Roda y Dimonis i ganivets sonaron también, para completar el universo sonoro que tenía planteado Dofí Malalt.
Y todo tenía que acabar de la única manera que más domina, con un sentido homenaje al recientemente desaparecido Pau Riba – quien había en su última visita en la Slavia de Borges Blanques, había firmado la guitarra acústica que serviria para ejecutar una sentida – Cançó 7a en Colors, sin bis posterior ninguno y sin sexta cuerda.
Un concierto no apto para cardíacos amantes del folk, y necesario para quien es amante de lo tangente al bello caos, sin que le rebiente el encéfalo.
crónica de Tarta Relena: @paracaneda // fotos de Tarta Relena: @midamideta – Carina Mideta
crónica de Dofí Malat: @super8 // fotos de Dofí Malalt: @piratallucifer – Oriol Cárceles
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