En una noche algo airosa de diciembre, el Café del Teatre de Lleida se convirtió en el escenario íntimo donde Enric Montefusco desplegó su lado musical más personal. Con una sencillez que contradice la complejidad de su arte, el músico catalán regaló a la audiencia un concierto que se sintió más como una conversación entre amigos que como un concierto convencional.
Montefusco comenzó pidiendo permiso para compartir las historias y significados detrás de cada canción, una cortesía que reflejó el respeto por su público y la importancia que otorga a cada composición. Entre canciones, se convirtió en un narrador, guiando a la audiencia a sumergirse través de las emociones, experiencias y pensamientos que inspiraron cada pieza musical.
Con tan solo una silla, dos guitarras y un micrófono, el escenario se transformó en un espacio íntimo donde la conexión emocional se volvió palpable. Aunque Montefusco es reconocido por sus diversos formatos, en esta ocasión lo hizo en acústico.










El viaje musical abordó su repertorio en solitario, logrando un equilibrio perfecto al presentar una selección que abarcaba un poco de cada uno de sus discos, explorando los caminos trazados después de la disolución de Standstill. Sin embargo, también hubo espacio para la nostalgia, con dos hits de la banda «Porque me llamas a estas horas» y «Adelante Bonaparte».














Pero el clímax del concierto llegó al final, cuando Montefusco rompió la barrera entre artista y público y bajó del escenario rodeándose de los allí presentes, queriendo que todos fueran partícipes. Fue un gesto que elevó la noche a la categoría de experiencia compartida, donde la música dejó de ser un acto unilateral para convertirse en una obra colectiva de cánones y palmas.
Esta presentación en Lleida fue un recordatorio de la capacidad única de Montefusco para tejer historias que unen a través de su música.
crónica Ramón F.
photos by Violeta Sancho – @VioSancho